Muchos han escuchado que Jesucristo nació para ser nuestro Salvador. Pero, ¿cuántos piensan en verdad que nació para ser rey?
El mensaje del ángel a María
Antes del nacimiento de Jesús, el ángel Gabriel le dio un mensaje importante a María: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:31-33).
Este reino que durará para siempre fue profetizado en muchos pasajes del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Daniel leemos: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).
Como Hijo del Altísimo, Jesús moriría y se convertiría en el Salvador de la humanidad. El nombre Jesús es la forma griega de Joshua, que significa “salvador” en hebreo. El título de Cristo es el equivalente al término hebreo Mesías, que significa “el ungido”.
La tradición bíblica era que los reyes debían ser ungidos como David lo fue (1 Samuel 16:12-13). Como dice Mateo 1, Jesucristo era descendiente directo de David. Como Mesías (el ungido), Él va a heredar el trono de David y también será Rey de Reyes sobre todo el mundo. Él está listo para tomar su puesto cuando llegue el momento.
Naturalmente sus discípulos se preguntaban cuándo era que Jesús se iba a posesionar como rey. Y le preguntaron a Cristo resucitado: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).
Una cuestión de tiempo
En la mente de sus discípulos, el rey mesiánico pronto los liberaría de la opresión romana y los conduciría a la paz y prosperidad descritas en las profecías que ellos habían escuchado desde su niñez.
Pero Jesús sabía que había muchas cosas que hacer y preparar para su regreso cuando Él venga como líder conquistador para el beneficio de toda la humanidad. Él les dijo a sus discípulos que sólo el Padre sabía cuándo sería el momento. Hasta entonces, su pueblo estaría involucrado en una obra especial hasta el fin de los siglos:
“Y les dijo: no os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:7; vea además Mateo 24:36).
La Iglesia de Dios debe enseñar el evangelio (buenas noticias) del Rey venidero, su Reino y sus leyes a todos los que se conviertan en sus súbditos (Mateo 24:14; 28:18-20).
¿Pero, cuándo se va a convertir en Rey? Jesús le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36).
No es de este mundo
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que su “reino no es de aquí”?
Esta sociedad —este mundo— ha sido condicionado durante miles de años para que viva en el camino del obtener en lugar del camino del dar. Con frecuencia lo que hacemos en la vida nos lleva a buscar lo nuestro en lugar de pensar en obedecer a Dios y en cuidar a otros tanto como nos cuidamos a nosotros mismos. El apóstol Juan dijo: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16-17).
El camino de Dios es el camino del dar. El reinado de Jesús siempre será para el beneficio y el desarrollo de la humanidad.
Ésta no es la forma en que la mayoría de los gobernantes de las naciones se conducen en el mundo. Como Cristo les dijera a sus discípulos: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiere hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).
Esta devoción para servir a la humanidad será el distintivo del reinado del Rey de Reyes. Leemos que Él “juzgará entre las naciones” y el resultado de esto será que ellos convertirán sus espadas en azadones, trayendo la paz y el entendimiento entre enemigos nacionales de vieja data (Isaías 2:4; Miqueas 4:3).
Se posesionará como Rey de Reyes
La Biblia describe la época increíble en la que Jesucristo va a someter los reinos de la Tierra a su segunda venida.
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:15-17).
Jesucristo ostentará el título: “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:16).
Pero, ¿sobre cuáles reyes será Cristo Rey? La Biblia muestra que los líderes humanos egoístas de esta época serán reemplazados en la época venidera por gobernantes a los cuales les importen las personas, convertidos de su egoísmo a la actitud altruista y transformados a espíritu por medio de la resurrección al regreso de Cristo (Apocalipsis 5:10; 1 Tesalonicenses 4:16-17).
Los cristianos han sido llamados a ser reyes
El apóstol Juan describió el papel de Jesucristo como nuestro Salvador y Rey y mostró como Él está preparándonos ahora para nuestros papeles futuros ayudándole a Él:
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:5-6; vea también 20:4).
En los evangelios, Jesús también habló varias veces acerca de los futuros trabajos de sus seguidores. En un momento de su entrenamiento, los discípulos le preguntaron a Jesús: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús le dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:28-29).
Una de las parábolas de Cristo describe cómo uno de sus seguidores recibe “autoridad sobre diez ciudades”, otro sobre cinco y así sucesivamente. Esto muestra que aquellos que utilizan las responsabilidades dadas a ellos para beneficio del Reino, podrán servir mejor a la humanidad como gobernantes bajo Cristo (Lucas 19:11-27; Mateo 25:13-30).
¿Cómo nos entrenamos para responsabilidades tan extraordinarias?
El entrenamiento para ser reyes y sacerdotes
Jesús ya es Rey sobre todos los cristianos arrepentidos y convertidos, y Él está preparando a sus seguidores para asumir las responsabilidades en su Reino. Como el apóstol Juan lo registra: “Y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9-10).
¿Cómo son entrenados los reyes? Analicemos el ejemplo de los reyes y reinas futuras en las naciones en donde actualmente todavía existe la monarquía. Se les enseña cómo manejar las responsabilidades y los asuntos de Estado desde una temprana edad. El príncipe Jorge, tercero en la línea de sucesión del trono británico, a la edad de un año ya se había convertido en un amado representante de la monarquía británica y tenía por delante un riguroso programa de entrenamiento. Por supuesto, sus padres, William y Kate, duque y duquesa de Cambridge, tienen que pasar por un intenso escrutinio a medida que realizan sus labores como representantes de la reina Elizabeth. Cuando las personas ven actitudes de servicio y amor en medio de circunstancias difíciles, eso los hace querer a sus monarcas.
Nuestro entrenamiento para ser reyes en su Reino imperecedero debe ser aún más riguroso. Pero esto también puede incluir cosas pequeñas que nosotros consideramos insignificantes. Jesús está buscando nuestra fidelidad en todas las cosas y va a premiar a aquellos que finalicen exitosamente su programa de entrenamiento: “Bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23, énfasis añadido).
No tenemos que tener muchas posesiones para mostrar la naturaleza de Dios en nuestra vida. Jesús habló acerca de la viuda generosa que había dado muy poco: “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21:3-4). Esa confianza en que Dios proveería para sus necesidades es parte de la confianza que tenemos que tener en nuestro amoroso Padre, en los buenos y malos momentos.
Lo que necesitamos aprender en nuestro entrenamiento:
• Aprender y obedecer las leyes del Reino. Éstas son las leyes de Dios en la Biblia y son expandidas por Jesucristo para mostrar el espíritu de la ley (vea Mateo 5:17-48). Si desea profundizar más, descargue nuestro folleto gratuito: Los Diez Mandamientos de Dios: Todavía importan.
• Pensar y actuar de la misma forma en que el Rey de Reyes piensa y actúa. Esto involucra arrepentimiento de nuestros caminos egoístas a los que estamos acostumbrados y seguir la guía del Espíritu de Dios que mora en nosotros. Nuestro folleto Cambie su vida, le puede ayudar a comenzar este proceso.
• Desarrollar el carácter del Rey. Jesucristo estuvo dispuesto a dar su vida por la humanidad. Se nos dice que debemos dejar el pecado y seguirlo a Él:
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2).
Cuando Jesucristo regrese, Él va a establecer el Reino milenial de Dios, dándole a todos los seres humanos lo que siempre han querido —paz, seguridad, una vida con significado, familias felices y una relación con Dios, quien espera para darnos la bienvenida a la eternidad.
Entonces, la profecía acerca de este gran Rey, y los reyes que le servirán, se cumplirá: “… y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:15-17).
Jesucristo nació para ser nuestro Salvador y Rey para el bien de toda la humanidad y de toda la creación.
¿Se ha preguntado alguna vez por qué los sabios le ofrecieron a Jesús oro, incienso y mirra? Estos regalos preciosos eran los que se le presentaban a un rey —así como la reina de Sabá le ofreció oro y especies al rey Salomón (1 Reyes 10:10).
¿Se ha preguntado alguna vez por qué los sabios le preguntaron al rey Herodes: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?”? (Mateo 2:2). Por supuesto, ellos interpretaron literalmente las profecías de Cristo como el rey ungido. Y también lo hizo así Herodes, quien luego trató de matar a cualquier posible competidor del trono.
Mateo muestra claramente que Jesús era del linaje real del más famoso rey de Israel, David. Y Jesús le dijo claramente al gobernador romano Pilatos: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Juan 18:37).
Antes del nacimiento de Jesús, el ángel Gabriel le dio un mensaje importante a María: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:31-33).
Este reino que durará para siempre fue profetizado en muchos pasajes del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Daniel leemos: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).
Como Hijo del Altísimo, Jesús moriría y se convertiría en el Salvador de la humanidad. El nombre Jesús es la forma griega de Joshua, que significa “salvador” en hebreo. El título de Cristo es el equivalente al término hebreo Mesías, que significa “el ungido”.
La tradición bíblica era que los reyes debían ser ungidos como David lo fue (1 Samuel 16:12-13). Como dice Mateo 1, Jesucristo era descendiente directo de David. Como Mesías (el ungido), Él va a heredar el trono de David y también será Rey de Reyes sobre todo el mundo. Él está listo para tomar su puesto cuando llegue el momento.
Naturalmente sus discípulos se preguntaban cuándo era que Jesús se iba a posesionar como rey. Y le preguntaron a Cristo resucitado: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).
Una cuestión de tiempo
En la mente de sus discípulos, el rey mesiánico pronto los liberaría de la opresión romana y los conduciría a la paz y prosperidad descritas en las profecías que ellos habían escuchado desde su niñez.
Pero Jesús sabía que había muchas cosas que hacer y preparar para su regreso cuando Él venga como líder conquistador para el beneficio de toda la humanidad. Él les dijo a sus discípulos que sólo el Padre sabía cuándo sería el momento. Hasta entonces, su pueblo estaría involucrado en una obra especial hasta el fin de los siglos:
“Y les dijo: no os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:7; vea además Mateo 24:36).
La Iglesia de Dios debe enseñar el evangelio (buenas noticias) del Rey venidero, su Reino y sus leyes a todos los que se conviertan en sus súbditos (Mateo 24:14; 28:18-20).
¿Pero, cuándo se va a convertir en Rey? Jesús le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36).
No es de este mundo
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que su “reino no es de aquí”?
Esta sociedad —este mundo— ha sido condicionado durante miles de años para que viva en el camino del obtener en lugar del camino del dar. Con frecuencia lo que hacemos en la vida nos lleva a buscar lo nuestro en lugar de pensar en obedecer a Dios y en cuidar a otros tanto como nos cuidamos a nosotros mismos. El apóstol Juan dijo: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16-17).
El camino de Dios es el camino del dar. El reinado de Jesús siempre será para el beneficio y el desarrollo de la humanidad.
Ésta no es la forma en que la mayoría de los gobernantes de las naciones se conducen en el mundo. Como Cristo les dijera a sus discípulos: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiere hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).
Esta devoción para servir a la humanidad será el distintivo del reinado del Rey de Reyes. Leemos que Él “juzgará entre las naciones” y el resultado de esto será que ellos convertirán sus espadas en azadones, trayendo la paz y el entendimiento entre enemigos nacionales de vieja data (Isaías 2:4; Miqueas 4:3).
Se posesionará como Rey de Reyes
La Biblia describe la época increíble en la que Jesucristo va a someter los reinos de la Tierra a su segunda venida.
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:15-17).
Jesucristo ostentará el título: “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:16).
Pero, ¿sobre cuáles reyes será Cristo Rey? La Biblia muestra que los líderes humanos egoístas de esta época serán reemplazados en la época venidera por gobernantes a los cuales les importen las personas, convertidos de su egoísmo a la actitud altruista y transformados a espíritu por medio de la resurrección al regreso de Cristo (Apocalipsis 5:10; 1 Tesalonicenses 4:16-17).
Los cristianos han sido llamados a ser reyes
El apóstol Juan describió el papel de Jesucristo como nuestro Salvador y Rey y mostró como Él está preparándonos ahora para nuestros papeles futuros ayudándole a Él:
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:5-6; vea también 20:4).
En los evangelios, Jesús también habló varias veces acerca de los futuros trabajos de sus seguidores. En un momento de su entrenamiento, los discípulos le preguntaron a Jesús: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús le dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:28-29).
Una de las parábolas de Cristo describe cómo uno de sus seguidores recibe “autoridad sobre diez ciudades”, otro sobre cinco y así sucesivamente. Esto muestra que aquellos que utilizan las responsabilidades dadas a ellos para beneficio del Reino, podrán servir mejor a la humanidad como gobernantes bajo Cristo (Lucas 19:11-27; Mateo 25:13-30).
¿Cómo nos entrenamos para responsabilidades tan extraordinarias?
El entrenamiento para ser reyes y sacerdotes
Jesús ya es Rey sobre todos los cristianos arrepentidos y convertidos, y Él está preparando a sus seguidores para asumir las responsabilidades en su Reino. Como el apóstol Juan lo registra: “Y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9-10).
¿Cómo son entrenados los reyes? Analicemos el ejemplo de los reyes y reinas futuras en las naciones en donde actualmente todavía existe la monarquía. Se les enseña cómo manejar las responsabilidades y los asuntos de Estado desde una temprana edad. El príncipe Jorge, tercero en la línea de sucesión del trono británico, a la edad de un año ya se había convertido en un amado representante de la monarquía británica y tenía por delante un riguroso programa de entrenamiento. Por supuesto, sus padres, William y Kate, duque y duquesa de Cambridge, tienen que pasar por un intenso escrutinio a medida que realizan sus labores como representantes de la reina Elizabeth. Cuando las personas ven actitudes de servicio y amor en medio de circunstancias difíciles, eso los hace querer a sus monarcas.
Nuestro entrenamiento para ser reyes en su Reino imperecedero debe ser aún más riguroso. Pero esto también puede incluir cosas pequeñas que nosotros consideramos insignificantes. Jesús está buscando nuestra fidelidad en todas las cosas y va a premiar a aquellos que finalicen exitosamente su programa de entrenamiento: “Bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23, énfasis añadido).
No tenemos que tener muchas posesiones para mostrar la naturaleza de Dios en nuestra vida. Jesús habló acerca de la viuda generosa que había dado muy poco: “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21:3-4). Esa confianza en que Dios proveería para sus necesidades es parte de la confianza que tenemos que tener en nuestro amoroso Padre, en los buenos y malos momentos.
Lo que necesitamos aprender en nuestro entrenamiento:
• Aprender y obedecer las leyes del Reino. Éstas son las leyes de Dios en la Biblia y son expandidas por Jesucristo para mostrar el espíritu de la ley (vea Mateo 5:17-48). Si desea profundizar más, descargue nuestro folleto gratuito: Los Diez Mandamientos de Dios: Todavía importan.
• Pensar y actuar de la misma forma en que el Rey de Reyes piensa y actúa. Esto involucra arrepentimiento de nuestros caminos egoístas a los que estamos acostumbrados y seguir la guía del Espíritu de Dios que mora en nosotros. Nuestro folleto Cambie su vida, le puede ayudar a comenzar este proceso.
• Desarrollar el carácter del Rey. Jesucristo estuvo dispuesto a dar su vida por la humanidad. Se nos dice que debemos dejar el pecado y seguirlo a Él:
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2).
Cuando Jesucristo regrese, Él va a establecer el Reino milenial de Dios, dándole a todos los seres humanos lo que siempre han querido —paz, seguridad, una vida con significado, familias felices y una relación con Dios, quien espera para darnos la bienvenida a la eternidad.
Entonces, la profecía acerca de este gran Rey, y los reyes que le servirán, se cumplirá: “… y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:15-17).
Jesucristo nació para ser nuestro Salvador y Rey para el bien de toda la humanidad y de toda la creación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios, si se trata de una consulta te responderé a la brevedad.-